por: David Acosta-Guijarro
Todo comenzó cuando Mateo, mi padre y yo nos encontramos por
la entrada de Carcelén más o menos a las 6 en punto de la mañana, estábamos en
el carro de mi abuelo Lalo. Luego en el viaje, cerca del pueblo de Machachi, nos
encontramos en un restaurante con el viejo amigo Baculima y una compañera del Sadday
cuyo nombre era Diana. Juntos acompañamos a César al desayuno: un buen plato con
arroz, pollo, huevo y todo lo que le gusta…
En fin viajamos para los Ilinizas. El camino era de tierra, por
suerte estaba despejado y no había lodo por donde pasar, se podía observar las
inmensas murallas o cimas puntiagudas que son estas dos hermosas cumbres: el
sur y el norte; pero Yo sentía una sensación de tristeza al ver las cimas de 5 mil
metros y más con poca nieve y recordar las fotos que he visto en algunos libros
cuando estas montañas poseían una nieve eterna que llegaba hasta los pajonales,
me dije a mi mismo: este mundo está llegando a su fin ahora.
Pasamos el control del Ministerio del Ambiente y nos dimos cuenta que el
camino estaba tan bien y firme que podía pasar cualquier carro por ahí. Llegamos al parqueadero y hacia un sol fuertísimo, cosa que la poca nieve del Iliniza Sur estaba
brillando como un espejo mientras que el Iliniza Norte vacío.
Bueno al comienzo la caminata estaba un poco dura ya que era una subida
larga de tierra hasta llegar al refugio, llegamos y nos encontramos con 2
personas que por el momento estaban ahí unos 2 días, justo después llego un
amigo del Sadday llamado Pepeins Delgado
que había llegado después de nosotros y en media parte del camino nos alcanzó
para continuar la caminata junto a nosotros.
Ni bien salimos del refugio había
una nube que nos molestaba toda la vista de la ruta que teníamos que seguir
para llegar a la cumbre. Debido a esta nube no pude observar una laguna
que se encontraba a un costado del camino. Bueno continuamos y mientras seguimos ascendiendo no me di cuenta lo rápido pero ya estábamos a una paso de la cumbre, ya nos
encontrábamos a unos 5000 metros de altura, cuando llegamos la única vista que
teníamos era otra punta más pequeña por unos metro nada más coronada por una pequeña
cruz.
Al llegar a la cumbre, mientras descansábamos, me contaron la historia de que una persona había
muerto recién ahí. Luego de un corto tiempo iniciamos el descenso por el arenal haciendo más
fácil y segura la bajada; pero para este momento ya teníamos mucha lluvia.
Llegamos al parqueadero todo mojados pero felices y fuimos en
busca de un restaurante para comer. Me entere que mi equipo había
perdido 5-0 y casi se me acababa el mundo. Finalmente, luego de una buena comida y conversación nos despedimos de
todos y nos fuimos para la casa.
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