por: David Acosta-Guijarro
Todo comenzó en una gasolinera, donde mi padre y Yo nos encontrarnos con Martín Pérez y Oswaldo Tutillo. El llegar vimos a Martín y a Oswaldo tomando un cafecito deliciosamente caliente. Cuando terminaron de comer, fuimos a las casa de mi tío Freddy, ahí dejamos encargado nuestro carro para embarcar todo en la camioneta de Martín y partir a nuestro viaje hacia el volcán Rumiñahui.
Eran como las 07:15 cuando llegamos al camino que lleva al nevado Cotopaxi; pero antes de entrar tuvimos que hacer una pequeña parada en los controles del Ministerio del Ambiente para registrarnos y poder pasar con tranquilidad.
Mientras avanzábamos en el camino llegamos a obtener una hermosa vista del Cotopaxi, del Rumiñahui y de los Ilinizas, haciendo una pequeña parada para tomar fotos de aquellas bellas montañas que tiene el Ecuador. Mirando a la derecha me di cuenta que ya estábamos cerca de llegar a la Laguna de Limpiopungo que fue el punto desde donde comenzaríamos a caminar. Al llegar al parqueadero de la laguna nos encontramos con Mateo Ruales, Paúl Cárdenas, Erika Daniela y algunos amigos del Sadday que conocimos en la ascensión al Shincholagua.
El clima era preciso al comienzo, con una vista del paisaje hermosa hasta la cumbre aunque lejana. Mi padre se adelantó un poco con Martín y Oswaldo, mientras Mateo y Yo íbamos conversando de otras ascensiones pasadas y molestándonos con nuestros equipos de fútbol. Mateo regresó a ver entras y vio que Paúl y Erika estaban más atrás y se regresó, así que yo me adelanté para alcanzar a mi padre y compañía.
Mientras la otra parte del grupo estaba atrás, nosotros estábamos caminando a un buen paso y llegamos al arenal, con pocos grados de inclinación pero si era lo suficientemente fuerte como para que te dolieran las piernas. Después de una media hora más o menos llegamos a la base de la roca donde descansamos un tiempo hasta que llegue Mateo con el resto del grupo ya que la parte que nos faltaba era una pared en donde fue necesario hacer rapel y necesitábamos las cuerdas que Mateo las tenía en su maleta. Mientras esperábamos por Mateo llegaron también nuestros compañeros del Sadday.
Al fin llegó mi parte favorita: el rapel; sin dudarlo dejé que primero baje Martín y luego continué Yo emocionado, lo malo es que solo era una partecita. Pero en fin, lo disfrute. El clima cambió. Continúamos la caminata por unos 45 minutos más pero con un clima feo, estaba lloviendo y nublado pero llegamos a la cumbre y decidimos formar un grupo llamado el AMAM que mejor no decir que significa pero que se formó de amigos andinistas libres.
Al bajar, en medio camino, me encontré con más amigos del Sadday y me quedé hablando de la anterior ascensión al Cotacachi. Luego con Mateo bajamos riéndonos de tonteras y llegamos a la laguna que era la parte final donde comimos un poco. Finalmente nos despedimos y nos fuimos a retirar el auto de mi padre e irnos para la casita.
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