lunes, 23 de enero de 2017

El Cayambe

El Cayambe
por: David Acosta-Guijarro

Todo empezó el sábado a las 4 de la tarde, un día justo después de mi cumpleaños número 16. Me había preparado tanto para cumplir el reto y a la vez un sueño que desde que tengo memoria a mis 11 años anhelaba tanto conquistar esa cumbre, cada día me levantaba antes de ir al cole y siempre la miraba desde la ventana de mi cuarto y decirme a mí mismo “algún día”.




Y así todos los días hasta que llegó el sábado 26 de noviembre del 2016 a las 5 de la tarde cuando mi padre y yo llegamos a la casa de Oswaldo que junto a él y dos personas más, Manuel y Jimi, ascenderíamos al día siguiente al Cayambe.



Todo se veía bien en el cielo, no había señal de lluvia ni malos días por venir. En fin, ese día mi padre y yo nos dormimos en una habitación de la casa de Oswaldo hasta que vino a despertarnos. Ya eran las 11 de la noche, hora a la que teníamos que alistarnos y salir en busca del resto del grupo. Rápidamente nos dieron las 12 y media cuando todos llegaron y nos fuimos en los dos carros que teníamos. Después de una hora de viaje, ya casi las 1 y 30, llegamos al refugio y lo primero que hice fue bajarme del carro a ver la hermosa noche y las ciudades de Cayambe y Quito que se veían, era algo tan hermoso: un cielo estrellado, un color de nieve brillando como la escarcha, totalmente reluciente y atrás de todo eso un sueño esperando por hacerse.



La verdad es que cuando miras paisajes así te sientes totalmente nuevo como si tu alma fuese buena y te motiva a seguir.



Ya eran casi las 2 de la mañana cuando comenzó esta gran caminata, yo nunca me había sentido tan bien, pero antes de llegar al glaciar Jimi se sintió un poco mal, le dio ganas de vomitar y lo que te da cuando tienes problemas de altura, bueno al final tomamos la decisión de seguir caminando y llegamos a los putos del glaciar donde nos pusimos lo crampones. Yo me sentía tan bien que disfrutaba tanto viendo el cielo a esa hora de la madrugada, pero es que era tan hermoso, ya estaba amaneciendo y se podían ver cordadas cerca de llegar a la cumbre. Nosotros estábamos ya llegando una zona que se llama picos Jarrín cuando Jimi se sintió de nuevo mal pero ahora ya sin poder recuperarse y esperamos como una media hora hasta que vuelva a sentirse bien, hasta eso yo me sentía suertudo por poder estar viendo esa hermosura de paisaje que tenía alrededor mío.



Jimi se quedó para regresar con otra cordada al refugio y nosotros seguimos ascendiendo hasta llegar a un punto donde se pone más exigente la parte física, una parte donde se pone aprueba todo, en esa parte se ve como que llegas a un lugar donde vez toda la ciudad y así fue, y cuando la vi me di cuenta que estaba tan alto que la ciudad y algunas montañas que se veían eran tan pequeñas.

Al continuar ascendiendo llegamos a una parte donde habían como unas cascadas de hielo por donde pasar y unas grietas que teníamos que saltar junto a un olor fuerte y asqueroso a azufre que hacía que te dé un malestar horrible. Bueno, pasando a eso y estábamos a uno 100 metro de la cumbre en una parte tan empinada y con un sol demasiado fuerte, yo sentía ganas de comer ya que lo único que comí fue un pan de chocolate antes de subir al refugio; pero eso no es nada, la verdad es que no sé cómo logre subir sin comer nada, no sé si era gracias a los músculos o a la mente; pero yo más sentí que era porque ese sueño me estaba llamando y que no iba a hacer fácil conseguirlo.



Llegue a tener una sensación en la que mi cuerpo no aceptaba la comida que le daba, me la metía a la boca y la botaba porque no me gustaba, al rato me di cuenta que estaba a punto de que me dé un mal de altura, pero estaba a tan solo 100 metros de mi sueño pero no sé por qué pero no me sentía mal pero mi cuerpo no quería levantarse.



Estuve como 10 minutos acostado en la nieve, mientras el sol quemaba mi piel y la nieve la secaba quemándola por dentro, pero no sé como pero me levanté y después de 20 minuto y de 5 veces más que me caía sin poder más llegué a la cumbre y el espíritu de ese sueño se metió en mí y tuve la sensación tan hermosa de haber llegado a la cumbre, y la disfrute tanto que no podía creer la vista que tenía desde ahí y tampoco entendía ese olor a gloria que venía porque de ese olor a azufre cuando llegue, ahora era un olor diferente a aire puro, pero en serio así fue, creo que la montaña me había dado mi regalo de cumpleaños y al descenso fue tan rápido que lo que más puedo decir es que estaba con una felicidad grande.

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