sábado, 20 de febrero de 2016

El Cotacachi

El Cotacachi
por: David Acosta-Guijarro

Este sábado 20 de febrero fuimos al cotacachi una montaña ubicada por el norte de Ecuador con una altura de 4.949 metro sobre el nivel de mar.


La travesía comenzó el viernes a las 12 de la noche, hora a la que nos dormimos mi padre y yo. A las 4 en punto de la mañana nos despertamos para ir en busca de Oswaldo Tutillo, nuestro guía y amigo, que vive en Cayambe. Después de recoger a Oswaldo fuimos en busca de Martín (un nuevo amigo argentino que conocimos en el Imbabura) y que le íbamos a encontrar en su casa en el pueblo de Cotacachi, donde dejaríamos nuestro carro para ir en su camioneta.

El día estaba hermoso, a mí mismo me decía que esa montaña me estaba llamando. Llegamos al control de ingreso a la laguna de Cuicocha, donde un guardia se acercó y mi padre le entregó una autorización del Ministerio del Ambiente para poder ingresar en vehículo hasta el parqueadero de las antenas, lugar que sería el punto de inicio del ascenso.


Al llegamos al parqueadero, el día de lo que estaba hermoso se nubló y soplaba un viento tan fuerte que hizo que tenga un dolor de oreja muy feo;  pero podía ver el azul del cielo que estaba arriba de esas nubes.

Al pasar el tiempo, paso a paso hacia la cumbre, llegamos a la base  de la roca: una mezcla de pajonal con roca y donde empieza a cambiar el paisaje. Ya no veía solo nubes sino que veía que yo estaba por arriba del montón de nubes; YO ME SENTÍA EN EL CIELO. Nunca antes habían visto un paisaje tan hermoso mi ojos; por primera vez estaba contemplando un paisaje tan hermoso que siempre había soñado en verlo desde que tengo memoria.


Caminamos 1 hora más y llegamos a un punto en la roca en la que estaba un poco empinado el camino y cuando regrese a ver atrás no podía creer: todas las nubes estaban abajo mío y yo estaba encima de ella, a los lejos se podían ver los picos del Cayambe, del Antizana y del Cotopaxi brillando por el reflejo del sol en su nieve eterna. Yo estaba viviendo mi sueño hecho realidad y no podía creer, cerraba mis ojos para ver si no estaba dormido y que lo estaba viviendo era verdad; mis ojos me decían de verdad pero yo no lo podía creer, nunca antes vi un paisaje tan pero tan hermoso que me quedé enamorado como nunca lo he estado.


Llegamos a la roca de escalada donde sería el paso final para llegar a la cumbre, el único problema es que esa roca estaba bien suelta y no era de confianza alguna. Pasó 1 hora y 30 minutos hasta que llegamos a la cumbre, la cual era tan pequeña que hasta mi cama es más grande; pero tenía una vista de no creer, ahí de verdad estaba en el cielo, tenía todo un paisaje azul y por debajo las nubes brillando de blanco como mi equipo de fútbol: la lig\U/a de quito.


Llegó el momento de bajar y fue el peor momento. Yo era capaz de quedarme ahí y no moverme por el paisaje que me tenía locamente enamorado; pero llegó la hora.

Tenía miedo de bajar porque en muchas zonas la roca no era muy confiable; tuve que vencer ese miedo y bajar. El paisaje había quedado atrás y yo aún no podía creer que uno de mis sueños se hizo realidad y de tanto pensar en ello, en ese paisaje tan hermoso, me separe de Oswaldo Martín y mi padre, hasta que el rato menos pensado llegue a la camioneta arrepintiéndome de no haberme amarrado a una roca y quedarme ahí contemplando ese paisaje tan hermoso que la naturaleza y la vida me regalaba.


Al fin llegamos nuevamente al pueblo de Cotacachi y pudimos almorzar. Luego fuimos de nuevo a la casa de Martín para que el enviase un correo electrónico importante y poder salir en paz a Bolívar (Carchi) donde los papás de una amiga de mi papá nos brindarían hospedaje esa noche para salir al día siguiente en busca de la cumbre del Chiles, otra montaña situada en la frontera de Ecuador con Colombia. Llegamos a la casa de Don Ángel Benítez y su esposa, quienes nos recibieron muy amablemente y nos brindaron la cena: jugo de tomate (tan rico que me tomé 3 vasos), queso amasado, pan y leche. Sin poder pararme del agotamiento llegué al cuarto donde mi padre y yo descansaríamos. No tardé mucho en quedarme dormido.


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