domingo, 14 de febrero de 2016

El Atacazo

El Atacazo
por: David Acosta-Guijarro

Esta semana (domingo, 14 de febrero del 2016) fui al Atacazo con Oswaldo y mi padre. Todo comenzó cuando a las 6 de la mañana me desperté para ir a la montaña; mi padre fue en busca de Oswaldo que vino a mi casa invitado al desayuno.



Yo estaba bastante nervioso de que sea verdad lo que me han contado sobre el Atacazo ya que me decían que no es una montaña del todo bonita, que tiene antenas en su cumbre y que no es del todo bonita; yo no podía creer eso; pero la curiosidad me mataba y eso hizo que siempre quisiese ir a ver cómo es esa montaña.

Cuando llegó a mi casa, Oswaldo se sirvió el  desayuno y yo decidí brindarle un chupete mexicano que era bastante picante, que luego eso se convirtió en nuestro error al momento de la ascensión.

Al salir de casa, me despedí de mi madre y mi hermano menor. Partimos en busca de conquistar otra montaña más.

Mi papá perdió la ruta al intentar dejar la ciudad y tomar el camino de tierra, ya que llegar a esta montaña es medio complicado porque hay muchos laberintos, tantos que en San Juan preguntamos a un niño del sector y nos dijo muy amablemente dónde estaba la ruta para poder ascender a la montaña, le agradecimos y pudimos seguir en paz. Luego de un tiempo de recorrido logramos llegar a la base de la montaña. En el carro se puede llegar muy cerca de la cumbre, a aproximadamente  30 minutos de la cumbre.


En el momento que vi la montaña, observé que estaba llenísima de antenas y que no era mentira lo que me habían dicho antes; pobre de mí, yo que siempre soñé que esta montaña sea bastante hermosa, en verdad estaba destruida como todo lo que las personas me describieron: antenas de radio, televisión, teléfono, etc, y mucha basura metálica y plástica de los constructores y los turistas.

Finalmente llegamos a la Cumbre. En la cima había una caseta que parecía un baño o una letrina y que estaba justo en la roca más alta del Atacazo, en la Cumbre verdadera. Como toda la cuchilla de la cumbre está repleta de antenas, no queríamos detenernos ahí para comer y disfrutar de la vista porque feo; decidimos bajar y avanzar a otra cumbre que se veía próxima y más cerca al cráter, estaba por lo menos a unos 10 minutos de caminata. Al bajar a esta cumbre logramos ver el camino a Santo Domingo, las canteras dónde sacan el material para poder hacer la carretera que van a Santo Domingo.


Me dio tantas ganas de comer el chupete mexicano que yo le di a Oswaldo. El chupete estaba bastante picante cosa que al rato de respirar me ardía el pecho y no pude caminar bien de regreso porque me faltaba el aire por goloso.

El descenso lo hicimos rapidísimo ya que era una bajada bien fuerte y chévere para correr. Llegamos finalmente al carro y descansamos un rato. Un señor llamado Jorge se acercó, era un policía encargado de vigilar las antenas de la Policía Nacional. Nos dijo que por la montaña saben robar y que una vez robaron un carro, a personas; también nos contó que algunas personas se han perdido porque el clima es bien feo. Después de más de una hora de conversar nos despedimos de Jorge muy amablemente.

Llegamos a nuestra casa para almorzar arroz con carne (lomo fino) que mi mamá preparó con ayuda de mi hermano, y nos pegamos una cervecita fría. Finalmente Oswaldo se despidió de nosotros y mi padre fue de regreso a dejar a Oswaldo y aunque no lo crean caminamos muy poco y los tres terminamos muy cansados y adoloridos las piernas.


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