El Corazón
por David Acosta Guijarro
Todo empezó con una despertada a las 5 de la mañana junto a un cielo muy nublado. Siguiendo nuestra rutina, a las 6:17 minutos, fuimos a recoger a Oswaldo que sería el guía para esta ascensión, después fuimos para Cumbayá para recoger a Néstor, un amigo de mi padre de casi toda la vida. Néstor no había hecho montaña antes y estaba con un problema en su rodilla; pero aun así con fuerzas decidió acompañarnos.
Al llegar a Machachi logramos observar la cumbre de El Corazón y a unos Ilinizas bien nevados y hermosos, eso me sirvió de más motivación para llegar a la cumbre lo más rápido posible ya que lo he logrado hacer en otras 3 ocasiones pasadas.
Cuando llegamos a la base de la montaña comenzamos la caminata por las rieles del tren que pasan por Aloasi, Machachi. Empezamos la caminata bastante bien haciendo unas pequeñas paradas para tomar agua y ver el paisaje, cuando ya avanzamos aproximadamente una hora nos topamos con un camino que había que pasar entre un montón de árboles pequeños, el problema era que el día anterior había llovido como si no hubiera un mañana entonces debido a esto el rato que acabamos de caminar entre el bosque estábamos empapados del agua que recolectaron las hojas. Luego de unas 2 horas logramos pasar el pajonal y llegamos a la base de la roca donde Oswaldo nos contó que antes los militares hacían pruebas con sus armas y que por donde pasábamos era un lugar donde acampaban y dejaban sus municiones. Nos contó una historia de que unos niños encontraron una granada y sin saber que era jalaron una argolla y la granada explotó y los mató.
En ese mismo lugar fue donde nuestro compañero Néstor sintió un dolor fuerte de rodilla y decidió quedarse; por su puesto, llegar a ese punto fue un record para ser su primera vez.
Oswaldo, mi papá y yo continuamos la caminata en la roca y después de tres falsas cumbres logramos llegar a la verdadera cumbre de El Corazón, la cual estaba bastante bien y un poco despejada.
Al bajar no hubo complicaciones, pasamos a ver a Néstor y me contó que mientras nosotros descendíamos estaba siguiendo las huellas de unos lobos que nos estaban siguiendo bien escondidos.
Al bajar el pajonal, Néstor y yo lo hicimos haciendo “culocross” y quedamos muy adoloridos; mientras tanto mi papá y Oswaldo bajaron rápido por el carro para subir y recogernos un poco antes para evitar que Néstor camine más.
Primero fuimos a dejar a Néstor en su casa y luego fuimos a mi casa. Invitamos a Oswaldo a almorzar. Mientras comíamos a eso de las 6 de la tarde, Oswaldo nos contó sus experiencias de soldado. Contó que les dejaban solos en la selva del río Napo y que desde ahí tenían que llegar a Latacunga, teniendo que sobrevivir en la selva varios días. Me dije a mi mismo que en el caso de que me pierda en la montaña, quisiera estar junto a Oswaldo, así tendría seguridad de que voy a estar bien y que puedo sobrevivir.
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