domingo, 13 de diciembre de 2015

El Sincholagua

El Sincholagua
por David Acosta Guijarro

Ya hemos concluido nuestra cuarta cumbre del proyecto: el Shincholagua.

La aventura inició el sábado 12 de diciembre del 2015 junto a nuestro amigo Mateo Ruales a quien conocimos en una expedición anterior; Él nos ayudó para poder hacer cumbre junto a sus amigos del Club El Sadday.

El encuentro del grupo se planificó para las 9:00 en la parada de buses del valle de los Chillos en Selva Alegre, cuya última parada está en la ruta para tomar el camino que llega al Sincholagua y el Cotopaxi. Mi papá y Yo llegamos y nos presentamos con nuestros compañeros de aventura; sus nombres son Tania, Pepeins, Bernart, César y Mateo.


Primero acomodamos las maletas y los equipos en la cajuela de la camioneta y partimos hacia la casa de mi tío Fredy donde dejamos el carro de mi papá y seguimos hacia la montaña. Fueron por lo menos 2 horas de viaje hasta llegar al primer punto donde hicimos el primer campamento, donde nos pegamos un 40 para pasar el tiempo mientras Mateo y César fueron a buscar la ruta de la camioneta hacia la montaña. Cuando ellos volvieron nos dijeron que había un mejor lugar para acampar y decidimos ir a ese lugar. Al acercarnos al lugar donde hicimos nuestro segundo campamento, yo giré mi cabeza y pude ver al hermoso Cotopaxi totalmente despejado y pude observar el lugar hasta donde ascendí hace un año y observé que estuve tan cerca de lograr la cumbre y entendí que la vida continúa.


Armamos nuestro campamento y nos tomamos muchas fotos con los volcanes que se podían observar desde el punto donde estábamos ubicados. César se encargó de la cocina y yo nunca imaginé comer tan rico en la montaña; ese César es chef de primera,  y por supuesto pasando el tiempo oyendo los chistes del Pepeins mientras comíamos. En el almuerzo-cena se nos ocurrió hacer una cocina de “conducción” a leña para en un lado calentar la comida y en el otro el agüita de vieja.

Luego empezó  el atardecer y yo en mi vida nunca había visto un espectáculo tan hermoso; era como que estaba en un hotel de 5 estrellas. Cuando llegó la noche, ya no era de 5, era de 100.000’000.000 de estrellas y ese espectáculo hizo que Mateo tomara la decisión de dormir afuera de la carpa junto a la fogata.    

Al amanecer del siguiente día nos despertamos a las 4:30 de la mañana para desayunar y partir en la camioneta hasta poco más arriba de las antenas. Llegamos a las 6:00 y empezamos la caminata en la montaña.


Al principio tuvimos un amanecer hermoso, rápido y despejado; eso nos motivaba a seguir caminando hacia la cumbre. Después de caminar unas 2 horas llegamos a la parte donde se camina en roca suelta, yo estaba asustadísimo de caer por uno de los precipicios, o que me venga encima una roca gigante. Caminaba como “perro en canoa”, como diría el Pepeins. Después de una hora adicional llegamos a la pared final de la montaña donde tuvimos que escalar con cuerda a la cumbre para luego bajar en rapel; esa fue mi primera vez que hacia esto y además en una montaña de casi 5.000 metros. Al inicio de descender en rapel dudé mucho, pero me armé de valor y lo logré. Al final del rapel ya lo hice mucho mejor y me encantó.

Luego a la bajada todo concluyó bien, aunque tuvimos un pequeño retraso e inconveniente con una persona (amiga de nuestros compañeros) que creíamos perdida, pero no lo estaba. Al ver como sus amigos se preocuparon e iniciaron recorridos en su búsqueda, imaginando la peor situación, pensé sobre lo frágil que es la vida, lo fuerte de una amistad y el amor por las montañas que une tanto a las personas que disfrutan de una actividad llena de riesgos y satisfacciones.

Luego llegamos bien a las casas y esta aventura salió del todo bien.


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