El Sincholagua
por David Acosta Guijarro
Ya hemos concluido nuestra cuarta cumbre del proyecto: el Shincholagua.
La aventura inició el sábado 12 de diciembre del 2015 junto a
nuestro amigo Mateo Ruales a quien conocimos en una expedición anterior; Él nos
ayudó para poder hacer cumbre junto a sus amigos del Club El Sadday.
El encuentro del grupo se planificó para las 9:00 en la
parada de buses del valle de los Chillos en Selva Alegre, cuya última parada
está en la ruta para tomar el camino que llega al Sincholagua y el Cotopaxi. Mi
papá y Yo llegamos y nos presentamos con nuestros compañeros de aventura; sus
nombres son Tania, Pepeins, Bernart, César y Mateo.
Primero acomodamos las maletas y los equipos en la cajuela
de la camioneta y partimos hacia la casa de mi tío Fredy donde dejamos el carro
de mi papá y seguimos hacia la montaña. Fueron por lo menos 2 horas de viaje
hasta llegar al primer punto donde hicimos el primer campamento, donde nos
pegamos un 40 para pasar el tiempo mientras Mateo y César fueron a buscar la
ruta de la camioneta hacia la montaña. Cuando ellos volvieron nos dijeron que había
un mejor lugar para acampar y decidimos ir a ese lugar. Al acercarnos al lugar
donde hicimos nuestro segundo campamento, yo giré mi cabeza y pude ver al
hermoso Cotopaxi totalmente despejado y pude observar el lugar hasta donde ascendí
hace un año y observé que estuve tan cerca de lograr la cumbre y entendí que la
vida continúa.
Armamos nuestro campamento y nos tomamos muchas fotos con
los volcanes que se podían observar desde el punto donde estábamos ubicados. César
se encargó de la cocina y yo nunca imaginé comer tan rico en la montaña; ese César
es chef de primera, y por supuesto
pasando el tiempo oyendo los chistes del Pepeins mientras comíamos. En el
almuerzo-cena se nos ocurrió hacer una cocina de “conducción” a leña para en un
lado calentar la comida y en el otro el agüita de vieja.
Luego empezó el
atardecer y yo en mi vida nunca había visto un espectáculo tan hermoso; era
como que estaba en un hotel de 5 estrellas. Cuando llegó la noche, ya no era de
5, era de 100.000’000.000 de estrellas y ese espectáculo hizo que Mateo tomara
la decisión de dormir afuera de la carpa junto a la fogata.
Al amanecer del siguiente día nos despertamos a las 4:30 de
la mañana para desayunar y partir en la camioneta hasta poco más arriba de las
antenas. Llegamos a las 6:00 y empezamos la caminata en la montaña.
Al principio tuvimos un amanecer hermoso, rápido y despejado;
eso nos motivaba a seguir caminando hacia la cumbre. Después de caminar unas 2
horas llegamos a la parte donde se camina en roca suelta, yo estaba
asustadísimo de caer por uno de los precipicios, o que me venga encima una roca
gigante. Caminaba como “perro en canoa”, como diría el Pepeins. Después de una
hora adicional llegamos a la pared final de la montaña donde tuvimos que
escalar con cuerda a la cumbre para luego bajar en rapel; esa fue mi primera
vez que hacia esto y además en una montaña de casi 5.000 metros. Al inicio de
descender en rapel dudé mucho, pero me armé de valor y lo logré. Al final del
rapel ya lo hice mucho mejor y me encantó.
Luego a la bajada todo concluyó bien, aunque tuvimos un pequeño
retraso e inconveniente con una persona (amiga de nuestros compañeros) que
creíamos perdida, pero no lo estaba. Al ver como sus amigos se preocuparon e
iniciaron recorridos en su búsqueda, imaginando la peor situación, pensé sobre
lo frágil que es la vida, lo fuerte de una amistad y el amor por las montañas
que une tanto a las personas que disfrutan de una actividad llena de riesgos y
satisfacciones.
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