miércoles, 20 de enero de 2016

El Taita Imbabura

El Taita Imbabura
por: David Acosta-Guijarro

Esta semana fuimos en busca de conquistar la cumbre del Taita Imbabura, una bella montaña ubicada cerca de la ciudad de Ibarra y junto al volcán Fuya Fuya y la mama Cotacachi. Todo esto empezó cuando mi padre y yo salimos de la casa para poder ir a ver a Oswaldo con quien íbamos en busca nuestra sexta cumbre del proyecto 15Qx15A.


Cuando llegamos a Ibarra pudimos observar un Cayambe totalmente despejado y con un glaciar hermoso que hace de esa montaña única; pero era tan hermosa que cuando la veía sentía en mí una aceleración de ir a escalarla pero me dije a mi mismo que pronto lo voy a hacer solo me tengo que esperar hasta el final de este proyecto que concluirá con el Cayambe.

Luego de unas 2 horas de viaje llegamos a la casa de la familia de un amigo llamado José Antonio Cervantes quienes nos prestaron su casa donde podíamos alojarnos esa noche para ir al siguiente día al Imbabura.

Cuando llegamos a la casa no dudé en subirme un árbol inmenso de aguacates; pero para mí colmo apareció atrás mío un perrote y no me dejaba bajar, pero por suerte estaba con Oswaldo que me estaba acompañando y mientras yo estaba atrapado en ese árbol él me decía como sobrevivía en la selva y yo me quedé asombrado y le dije yo mismo la pregunta que siempre quise saber, ¿cómo hacían para dormir en las noches sin que los devoradores les ataquen? El me respondió: “me subía en una rama gruesa de un árbol y amarraba palos livianos a los lados para no caer, también me amarraba las piernas al palo grueso y por encima me ponía una cobija hecha de hojas para taparme y cubrirme”. Yo me quedé asombrado. Oswaldo empezó a ahuyentar al perro con un aguacate, tirándolo a un lado para que el perro piense que hay alguien ahí y yo pueda bajar rápido.

Ya adentro de la casa comimos un rato y llegó el tío de mi amigo con su esposa e hija, él se quedó hablando con nosotros y luego todos nos fuimos a dormir.



Al amanecer  nos despertamos a las 5 de la mañana para alistarnos y salir a las 6 donde nos encontramos con Luis Quishpe, un amigo policía que tiene Oswaldo. Llegamos  a la base de la montaña para caminar, era un día hermoso, totalmente despejada la cumbre del Imbabura, en la basa de la montaña nos faltaba subir un poco con el carro pero los carros ya no podían, luego apareció una argentino llamado Martin Pérez quien nos llevó en su carro un poco más arriba.

Al empezar la caminata, alcanzamos y rebasamos a todo un grupo inmenso de personas que estaban haciendo intento de cumbre. Luego de 2 horas llegamos a la cumbre que creíamos que era la final; pero no lo era, en esa falsa cumbre nos encontramos nuevamente con Martín con quien continuamos la caminata hasta la verdadera cumbre. Creíamos que faltaba poco pero faltaban unos 45 minutos más.



Luis estaba muerto de hambre y al rato de ver la cumbre se emocionó tanto porque podíamos parar y comer un poco. Martin mientras tanto me contaba en lo que trabajaba aquí en Ecuador y yo le conté que siempre he querido ir a  Argentina para comer una buena carne y pasear por sus montañas.

Comenzamos el descenso y llegamos a mi parte favorita el “CULOCROOS” en el pajonal. No dude ni un rato, de una vez me lance de trasero hacia la paja y baje hecho resbaladera; luego Luis también se bajó y Martín también. Después de una hora llegamos al carro donde nos despedimos de Martin y le invitamos a que venga con nosotros a nuestro programa para que cumpla su sueño que era el Cayambe. Cada uno se fue a su casa: Oswaldo con Luis, mi padre y yo nos fuimos a la casa de Ibarra donde descansamos, la arreglamos y partimos de vuelta a Quito.


jueves, 14 de enero de 2016

El Corazón

El Corazón
por David Acosta Guijarro

Todo empezó con una despertada a las 5 de la mañana junto a un cielo muy nublado. Siguiendo nuestra rutina, a las 6:17 minutos, fuimos a recoger a Oswaldo que sería el guía para esta ascensión, después fuimos para Cumbayá para recoger a Néstor, un amigo de mi padre de casi toda la vida. Néstor no había hecho montaña antes y estaba con un problema en su rodilla; pero aun así con fuerzas decidió acompañarnos. 

Al llegar a Machachi logramos observar la cumbre de El Corazón y a unos Ilinizas bien nevados y hermosos, eso me sirvió de más motivación para llegar a la cumbre lo más rápido posible ya que lo he logrado hacer en otras 3 ocasiones pasadas.



Cuando llegamos a la base de la montaña comenzamos la caminata por las rieles del tren que pasan por Aloasi, Machachi. Empezamos la caminata bastante bien haciendo unas pequeñas paradas para tomar agua y ver el paisaje, cuando ya avanzamos aproximadamente una hora nos topamos con un camino que había que pasar entre un montón de árboles pequeños, el problema era que el día anterior había llovido como si no hubiera un mañana entonces debido a esto el rato que acabamos de caminar entre el bosque estábamos empapados del agua que recolectaron las hojas. Luego de unas 2 horas logramos pasar el pajonal y llegamos a la base de la roca donde Oswaldo nos contó que antes los militares hacían pruebas con sus armas y que por donde pasábamos era un lugar donde acampaban y dejaban sus municiones. Nos contó una historia de que unos niños encontraron una granada y sin saber que era jalaron una argolla y la granada explotó y los mató.



En ese mismo lugar fue donde nuestro compañero Néstor sintió un dolor fuerte de rodilla y decidió quedarse; por su puesto, llegar a ese punto fue un record para ser su primera vez. 

Oswaldo, mi papá y yo continuamos la caminata en la roca y después de tres falsas cumbres logramos llegar a la verdadera cumbre de El Corazón, la cual estaba bastante bien y un poco despejada. 



Al bajar no hubo complicaciones, pasamos a ver a Néstor y me contó que mientras nosotros descendíamos estaba siguiendo las huellas de unos lobos que nos estaban siguiendo bien escondidos.

Al bajar el pajonal, Néstor y yo lo hicimos haciendo “culocross” y quedamos muy adoloridos; mientras tanto mi papá y Oswaldo bajaron rápido por el carro para subir y recogernos un poco antes para evitar que Néstor camine más.

Primero fuimos a dejar a Néstor en su casa y luego fuimos a mi casa. Invitamos a Oswaldo a almorzar. Mientras comíamos a eso de las 6 de la tarde, Oswaldo nos contó sus experiencias de soldado. Contó que les dejaban solos en la selva del río Napo y que desde ahí tenían que llegar a Latacunga, teniendo que sobrevivir en la selva varios días. Me dije a mi mismo que en el caso de que me pierda en la montaña, quisiera estar junto a Oswaldo, así tendría seguridad de que voy a estar bien y que puedo sobrevivir.